
Suena en nuestros oídos eso del “13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”. Tomando prestado ese canto podríamos afirmar que “el 9 de julio la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”.
El noveno día del mes juliano de este año, un grupo de 23 jóvenes del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de nuestra Archidiócesis comenzábamos nuestra peregrinación al Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Fátima (tras el preceptivo test de antígenos). De la mano de Ignacio del Rey, sacerdote de nuestra Archidiócesis recién ordenado, llegábamos de manera casi inesperada pero siguiendo los planes de Dios a la casa de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, fundada por el santo sevillano, San Manuel González, para pasar un fin de semana efervescente en lo que a oración, contemplación y comunidad se refiere.
Ese mismo viernes comenzábamos ese reencuentro con Jesús mediante su Madre. Portando intenciones venidas desde casa, llevamos tras la Eucaristía velas que iluminaban el camino a la Virgen en el conocido Rosario de antorchas.
Amanecía el sábado como si hubieran pasado diez días y tras la oración de la mañana, revivimos la Pasión de Cristo a través del Via Crucis que hay entre Fátima y Aljustrel, el pequeño pueblo donde vivieron Jacinta, Francisco y Lucía, los tres pastorcillos a los que María se les apareció ya hace más de un siglo.
Estación tras estación meditamos las distintas escenas que padeció el Salvador en el camino al Calvario.
Se respiraba en aquel particular camino, recogimiento, silencio y oración; los jóvenes de Cursillos sentimos en el alma la Cruz particular que cada uno llevaba a cuestas de manera semejante a Jesús.
La tarde del sábado aún guardaba más sorpresas y tras el Via Crucis, Ignacio presidía, de manera inesperada y por primera vez la Santa Misa a los pies de Nuestra Señora en la Capelinha. Un momento que ni él ni todos lo que lo acompañábamos podremos olvidar nunca porque vivimos esa Eucaristía como la primera, la última y la única.
Terminaba el día con la presencia del Santísimo ante nuestras miradas, en la madrugada del sábado al domingo Cristo se hacía presente y regalaba uno de los momentos más intensos y especiales.
El tercer día se apetecía caluroso también y la misa se celebró junto al Sagrario de las Misioneras Eucarísticas, junto a San Manuel. La experiencia terminaba de la mejor manera, 23 jóvenes en comunión con la Iglesia universal, a los pies del altar y bajo el manto de María.
Esta peregrinación se convertía pues… en un cursillo donde “cómo entro y cómo salgo no debe dar igual”. Donde “los jóvenes creyentes y no incrédulos tomábamos conciencia del milagro de la FE”.
Cristo cuenta con Ignacio, Cristo cuenta con los jóvenes de Cursillos, Cristo cuenta contigo.
Él nos lo da todo, hasta su Madre. Por eso estos 23 jóvenes repetimos que “el 9 de julio la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría”.
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