UNA FAMILIA CURSILLISTA
“La Fe es la firme seguridad de lo que esperamos, la convicción de lo que no vemos”. Este mensaje de San Pablo, en su carta a los Hebreos, es una de las frases que ha marcado a mi familia en estos meses de confinamiento. Trabajar, vivir, transmitir una Fe firme a los que nos rodean está escrito en el plan de Dios para cada uno de nosotros. Estos meses no han fáciles y está claro que a muchos nos ha cambiado la vida pero, con la ayuda de Dios, no vamos a dejar que esto, que nos ha tocado vivir, no sea más que una experiencia de vida que nos hará salir mas firmes en nuestra Fe.
Mi nombre es Raúl y he formado con mi esposa, Esperanza, una pequeña iglesia domestica junto a tres niños de 6, 5 y 2 años. Pedro Pablo, Rodrigo y Francisco Javier. Somos una familia cristiana, que tiene la inmensa suerte de vivir su Fe en la Diócesis de Córdoba. Hace ya 12 años que Espe y yo hicimos el Cursillo de Cristiandad. Para mÍ fue un punto de inflexión importante en mi vida porque Jesús me hizo ver que un matrimonio donde estuviese Dios en el medio era verdaderamente la raíz fuerte de una pequeña comunidad doméstica. Que sin Dios en nuestras vidas todo dejaba de tener sentido.
Hace 10 años, Dios nos llamó para formar parte del movimiento de Cursillos de Cristiandad. El nos regaló una nueva familia donde poder crecer en nuestra Fe y en nuestro amor hacia él y hacia nuestra Iglesia. Todo este camino que llevamos vivido en el movimiento nos ha dado muchísimas herramientas útiles para poder sobrellevar estos meses de confinamiento.
EL CONFINAMIENTO, TIEMPO DE DIOS
Si alguna vez nos hubiesen dicho que íbamos a pasar una gran parte de la cuaresma y toda la semana santa confinados en nuestra casa con tres niños pequeños, la primera reacción hubiese sido enfadarnos con Dios. Pero a veces, Dios te sorprende y donde menos te lo esperas, en tus hijos, encuentras su respuesta. “Dios quiere que estemos a salvo, Papa”. Esa fue la respuesta de mi hijo Pedro Pablo, el mayor, cuando en una de las catequesis de esta cuaresma hablábamos de cuanto nos amó Jesús. En ningún momento se plantearon si esto es de Dios o no, sino qué es lo que quiere Dios para nosotros en estos momentos. Ellos, desde su forma de ver las cosas, han intentado llevar esta experiencia que nos ha tocado vivir al lado positivo. Que estamos bien, que estamos sanos y que estamos disfrutando de la vida en familia más que nunca.
“Si quieres que Dios te sonría… cuéntale tus planes”. Es lo que tuvo que hacer cuando unas semanas antes del confinamiento nos sentábamos con los niños en la mesa de la cocina y hablábamos de las vacaciones, del fin de semana en Sevilla en el Máster de Pastoral Familiar y de la Semana Santa. Estoy seguro que nunca volveremos a pasar una Semana Santa así, tan diferente. Pero apocarse no es propio de los cristianos y le intentamos sacar a esta situación todo el provecho posible. Por ello Dios nos permitió que nuestra familia haya estado más activa que nunca. La oración se intensificó, en calidad y en cantidad. Para ello, montamos un pequeño altar para que Jesús y María Auxiliadora tuviesen un sitio importante en el corazón de la casa, en el salón, como lo tienen en la capilla de su colegio. A primera hora, antes de empezar el cole en casa, daban gracias a Dios por el día y cada uno lo ofrecía como podía. Los mayores se centraban más (por la familia, los amigos…) y el pequeño, a diario, lo hacía por su cebra de peluche. Cada uno le ha ido pidiendo a Dios por lo que le nace del corazón.
Cuando algún día estuvieron más nerviosos de la cuenta, le pusimos videos o alguna película de la vida de algunos Santos y lo que les tocó vivir a cada uno. Les llamó mucho la atención los últimos días de Pedro y como los cristianos cantaban antes de salir a la arena del circo romano. La alegría que demostraban con lo poco o mucho que tenían. La pasión que le ponían a todo lo que fuese de Dios y como hablaban de Jesús. En definitiva, como con fe se vive todo mucho mejor. Todo esto nos vino muy bien para llevar con más tranquilidad la operación de la abuela. Un tumor nos asaltó en medio del confinamiento y trastocó, más si cabe, todo esos días. Mi mujer tuvo que irse algunos días al hospital con la abuela y papa, papa es papa, e hizo lo que pudo. Gracias a Dios, todo fue bien y como dice Pedrete, “Dios nos cuida y estamos contentos”.
El movimiento de Cursillos también ha tenido una gran importancia durante estos meses. Hemos seguido teniendo reuniones, hemos continuado nuestra formación pero el día más importante fue cuando compartimos las 24 horas de Adoración al Santísimo con todos nuestros hermanos. El ardor que sientes en tu corazón cuando conectas la televisión y ves nuestro sagrario… Ese momento no se nos olvidará nunca. Mis hijos saben lo importante que es ese sagrario para papá y mamá. Es por eso que nos pusimos delante del Señor, que está en la tele, y le pedimos que bendijese a nuestra familia y nos ayudase a ser fiel al proyecto de vida que tiene para nosotros.