
El pasado 17 de septiembre tuvo lugar en la Casa Virgen de la Paz, en La Cañada (Valencia) la convivencia de inicio de curso de la Escuela de Dirigentes del MCC de la Diócesis de Valencia. Tras la meditación dirigida por nuestro consiliario, Padre Diego Revert, hubo unos momentos de reflexión personal y compartida, finalizando con la celebración de la Eucaristía.
Cómo es nuestra relación con Dios, cómo la perciben quiénes nos rodean, cuál es nuestra respuesta a su llamada y la conciencia de que necesitamos de su Gracia fueron los ejes de nuestra reflexión personal y comunitaria, tras la meditación. De ella pudieron extraerse valiosos puntos de referencia para nuestra vida de Fe y de servicio al MCC.
La primera y fundamental es que somos hijos de Dios por amor, no por nuestras obras. Nuestra misión evangelizadora es entonces fruto de la Gracia de Dios, más que del esfuerzo personal. Pero recibir la Gracia nos exige una actitud de alabanza al Señor; de apertura, de escucha atenta, así como de servicio a los demás.
Esta actitud va creciendo a medida que fortalecemos nuestra relación con Él mediante la oración. Oración que exige silencio interior, ordenar nuestros pensamientos y deseos, y poder entonces discernir la voluntad del Señor. Así, vamos recorriendo un camino, no siempre previsible, abierto a la Providencia, en el que hemos de estar dispuestos a dejarnos sorprender por Él.
Un camino que se recorre en comunidad y donde las relaciones personales son un elemento esencial. En ese camino surgirán dificultades, momentos de confusión e infidelidad. Suelen ser la consecuencia de nuestro deseo de controlar todos y cada uno de los detalles de nuestra acción, creando así pequeños dioses que nos apartan de Dios. Es el pecado, en definitiva.
Pero la fidelidad de Dios está muy por encima de nuestras infidelidades, y la Gracia de su perdón rebasa con creces nuestro merecimiento. Él nos regala todo lo que necesitamos para crecer en la Fe y hacer de nuestra misión, en esa parcela de su Iglesia que es el MCC, una experiencia de Gracia infinita. ¡De colores!
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