
El martes 28 de Junio, víspera de S Pedro y S Pablo, la Escuela del MCC de Córdoba clausuró el curso, celebrando una Eucaristía en cada una de las Sedes, en acción de Gracias por todos los bienes recibidos y en las que se compartió un ágape fraternal, porque independiente de las distancias, la Comunidad se mantiene unida en el amor a Jesús.
En la Sede de la Sierra, la Eucaristía se celebró en la parroquia de Sta. Catalina de Pozoblanco; en la de la Campiña, en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen de Lucena y en la Capital, la Eucaristía se desarrolló al aire libre, en el porche de la Casa de San Pablo, y fue oficiada por el Viceconsilisario, D. Jesús Linares, que nos animó a avanzar como movimiento en nuestro Carisma de primer anuncio a los alejados y personas no creyentes, imitando la entrega de Pedro y Pablo que habiendo recibido la revelación Dios, no dudaron en anunciar sin descanso a judíos y gentiles, que Jesús es su Hijo amado y que para seguirle tenemos que estar abiertos a su mandato del amor, para que se haga presente en nuestras vidas y podamos escuchar cada día su invitación de seguirlo.
D.ª Yolanda Muñoz en su Acción de gracias, retomó las palabras manifestadas por los miembros de la Escuela, en relación a los sentimientos vividos en este curso, para dar gracias a Dios por acompañarnos a Galilea. Agradeció la colaboración y servicio de todos durante el curso, especialmente la generosa dedicación de Álvaro Martínez al Movimiento de Cursillos a nivel nacional e internacional y a todos los sacerdotes que nos han acompañado durante el año junto al Consiliario y Viceconsiliario.
Tras la Eucaristía, vivida como fuente renovadora de nuestra fidelidad a Cristo y como momento de comunión espiritual con Jesús, se procedió a compartir en cada Sede, no solo el alimento material preparado o aportado por los asistentes, sino que también, fue un momento para reforzar la amistad y el cariño entre los miembros de la Comunidad, que en esta ocasión, asistían con sus familiares; las familias representan realmente, el punto de apoyo de la Comunidad; cierto es, que las tenemos en el corazón cada martes en la Eucaristía y en nuestras escuelas, pero en la clausura se hicieron más presentes aún los valores compartidos durante el año: su amor, generosidad, comprensión, estímulo, apoyo y ayuda en el día a día.
Agradecidos por el encuentro fraterno, viviremos el verano con la firme determinación de perseverar en la misión que el Señor nos encomienda, pidiendo a Dios Padre que nos siga dando la gracia de ser apóstoles de Cristo Vivo.
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